sábado, 12 de enero de 2008

Somos lo que sembramos

Me ha parecido muy interesante este artículo de Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios Sin Fronteras, publicado en el diario El País.

Somos lo que sembramos

En tiempos pasados, Hipócrates decía "somos lo que comemos". Ahora, a partir de un colectivo de campesinos de Lleida, la Assemblea Pagesa, se pone en marcha una plataforma de la sociedad civil que reivindica "som lo que sembrem". Porque en la elección de una semilla, en el acto de arar la tierra, sembrarla y hacerla crecer, estamos, en realidad, definiendo qué modelo de agricultura, de medio rural y de alimentación queremos para nosotros y para las futuras generaciones.


El modelo impuesto en la actualidad ya sabemos qué nos ofrece: alimentos estandarizados y a bajo precio, a costa de un medio rural despoblado. Se incrementan anualmente las hectáreas dedicadas al cultivo uniforme de maíz transgénico, y las granjas de animales son baterías de animales repetidos que hacemos engordar en pocos días sin que tengan la posibilidad, tan siquiera, de ver la luz del sol. Junto a ellas, los campos y ríos se contaminan con sus residuos. Ciertamente, se consiguen altas producciones pero la especialización nos obliga a depender de la importación de muchos otros alimentos que ya hemos olvidado cultivar, y tienen que llegar de muy lejos, como la fruta que viaja desde Chile. Finalmente, como estamos observando estos días, nuestra ganadería es totalmente dependiente de los cereales y si aumenta su demanda mundial como ahora por el tirón asiático y los agrocombustibles, los precios de algunos alimentos se disparan.

Cataluña, y prácticamente todos los territorios del planeta, tiene la posibilidad de plantearse un modelo de alimentación que descanse en modelos agroecológicos. Potenciando una agricultura y ganadería de pequeña escala integrada en el ecosistema, se facilitaría además la recuperación del sector basado en pequeños agricultores vital para el equilibrio territorial y llenar de vida los rincones del país. Si reducimos las importaciones de alimentos de países en desarrollo, conseguiremos que éstos liberen tierras para poder producir sus cultivos, y reactivar también en ellos el sector rural, en países donde el porcentaje de personas que se dedican al campo es muy significativo. Como consumidores los alimentos que degustaremos serán tal vez menos exóticos, pero más saludables.

Som lo que sembrem es consciente de la importancia de avanzar en estos modelos, y de los frentes que hay que combatir. El primero de ellos, y paradigmático desde hace ya unos años, es la invasión de las semillas transgénicas. Para estos campesinos las semillas no son una mercancía, son la primera herramienta de trabajo después de la tierra y existen dos opciones. Entrar en la dinámica de las semillas clonadas o utilizar en la siembra parte de las semillas producidas en el año anterior, intercambiar semillas con otros agricultores y ser responsables directos de la selección de las semillas, siembra tras siembra, renovando permanentemente la biodiversidad de los cultivos. Con ello, se aumenta la diversidad dentro de cada variedad de cultivo, lo cual es indispensable para su adaptación a los diferentes tipos de terrenos o a los cambios del clima.

Som lo que sembrem, desde su página web (www.somloquesembrem.org), quiere facilitar a la población catalana la posibilidad de declarar Cataluña zona libre de transgénicos, como ya han hecho otros territorios europeos. Para ello, ponen en marcha lo que se conoce como iniciativa legislativa popular, una herramienta de participación política ciudadana que permite que se puedan proponer leyes en el Parlamento a partir de la recogida de 50.000 firmas. Se añaden tres puntos más: la prohibición inmediata de los cultivos de maíz transgénico MON810, de la multinacional Monsanto, que, según Greenpeace, la toxina insecticida que produce, está en concentraciones muy impredecibles; el etiquetado claro de los alimentos que en su proceso de producción utilizan transgénicos, como los productos de origen animal de los que desconocemos con qué han sido alimentados, y, por último, una moratoria al desarrollo e investigación de los transgénicos en Cataluña. He leído la página web con atención, y ahora sólo faltan 49.999 firmas.


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