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jueves, 11 de diciembre de 2008

La decadencia de la biodiversidad en la agricultura

De los 10.000 cultivos que alimentaban a la humanidad, hoy sólo perduran 150, según la FAO

La intensificación de la agricultura y la ganadería está provocando una pérdida de patrimonio genético. Una gran variedad de cultivos y animales de granja, base de nuestra alimentación, está mermando en los últimos años. Varias iniciativas se esfuerzan en preservar estos sabores casi olvidados de todo el planeta, productos en peligro de extinción pero todavía vivos y con un potencial real de producción y mercado.

La alubia negra de Tolosa, el azafrán de Jiloca y la aceituna aloreña se encuentran en una situación delicada. Informes de la FAO señalan que la sociedad ha utilizado cerca de 10.000 especies vegetales distintas para producir alimentos y piensos desde hace 10.000 años. Sin embargo, hoy en día, sólo 150 cultivos alimentan a la mayoría de la población del planeta, de los cuales 12 cultivos proporcionan el 80% de la energía alimentaria, y cuatro (trigo, arroz, maíz y patata) representan el 60% de esta energía.

En cuanto a las razas de animales de granja, la situación no es mucho mejor: la FAO posee un registro de unas 7.600 razas de las cuales un 20% están catalogadas en peligro de extinción y 190 han desaparecido en los últimos 15 años.

No sólo estas razas y cultivos se encuentran en una situación delicada, sino también la cultura gastronómica asociada a los mismos. La consecuencia podría ser una pérdida irreversible de nuestras posibilidades de cultivar plantas adaptadas al cambio climático, a nuevas enfermedades y a las necesidades de una población en crecimiento. Para impedir que desaparezcan por completo existen diferentes iniciativas de conservación tanto in-situ (cultivos en campo) como ex-situ (cultivos de laboratorio y bancos de germoplasma).

En España, el Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CRF-INIA) cuenta con un banco de más de 70.000 variedades de cultivos. Mayor es el número de variedades que se preservan fuera de nuestras fronteras en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard. Esta instalación "contra todo riesgo", cavada en la profundidad de la roca congelada de una montaña Ártica, asegurará por siglos cientos de millones de semillas que representan cada una de las variedades de cultivo importantes disponibles hoy en el mundo. En total, más de 4,5 millones de muestras se conservarán en esta remota isla del Círculo Polar Ártico (ver álbum).

Aunque la conservación ex-situ juega un papel determinante en el mantenimiento de muchas variedades, en particular aquellas que ya han desaparecido del campo, debe ser complementada con proyectos in-situ. Esta modalidad implica en general mayores inversiones económicas, pues conlleva la protección de ecosistemas y hábitats donde las plantas de interés han desarrollado sus características distintivas. Además, esta protección se consigue a través de medidas legislativas e incentivos.

La organización "Red de Semillas: resembrando e intercambiando" trata de salvaguardar la cultura gastronómica asociada a las variedades de cultivos locales a través de acciones locales en toda España: promueve el intercambio de semillas entre agricultores, promociona estos alimentos entre los consumidores, selecciona de forma participativa las variedades y denuncia la pérdida de biodiversidad y el control de semillas en manos de unas pocas multinacionales.

Para defender la biodiversidad alimentaria y las tradiciones gastronómicas de todo el mundo, se constituyó en los años 80 la organización 'Slow food', que con su proyecto el "Arca del gusto" cataloga, señala y describe sabores de todo el planeta apoyando a diferentes entidades para evitar que caigan en el olvido sin pasar por nuestro paladar.

De los 750 productos que promocionan, 48 son españoles, seleccionados por su excelencia gastronómica, el vínculo con el territorio, el hecho de estar en peligro de extinción o de ser un "sabor olvidado". Entre ellos están la patata gorbea de Álava, la zanahoria morá de Cádiz, la aceituna aloreña del valle del Duadalhorce de Málaga, el azafrán de Jiloca de Teruel, la "papa copo de nieve" de Sierra Nevada o la alubia de Tolosa cultivada por más de 70 productores y que ostenta la certificación de calidad Eusko Label (ver pdf). Pequeños placeres que merecen la pena salvar de la extinción.

* Fuente: artículo de VANESSA SÁNCHEZ para SOITU.ES

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viernes, 5 de septiembre de 2008

La Carne y el CO2; la Ética y el Instinto

La ganadería genera más emisiones de dióxido de carbono que la industria del transporte.

En España, un país con un desarrollo medio-alto de su sector ganadero, el 11% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero son generadas por la producción de carne para consumo humano. La Organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación (FAO) señala además en un informe que la ganadería no sólo contamina el aire, sino también la tierra y los depósitos de agua subterránea.

La FAO viene alertando de este problema desde hace décadas, pero hasta ahora no se han tomado medidas, y el problema se agrava conforme los países en desarrollo van ganando en prosperidad y "gracias" a la globalización no dudan en adoptar costumbres y valores occidentales, como el consumo diario de carne y lácteos, de tal manera que la producción no ha parado de crecer. Actualmente se estima en unas 229 millones de toneladas anuales de carne, pero de seguir el ritmo actual de consumo esta cifra será duplicada en 2050.

Desgraciadamente el coste de ese crecimiento e industrialización del sector ganadero lo paga principalmente el medio ambiente. El uso de la tierra y cultivos para ganadería genera el 9% del total del CO2 derivado de las actividades humanas, pero además genera el 65% del óxido nitroso, un 37% del gas metano, y el 64% de amoníaco, contribuyendo todos ellos al fenómeno conocido como lluvia ácida. Estos gases proceden del estiércol, de los desechos y de los gases intestinales de estos animales.

Deforestación, contaminación de las aguas, y perdida de biodiversidad.

¿Sabías que el 33% de toda la superficie cultivable del mundo se destina ya a producir alimento para el ganado? En algunas zonas del mundo (como la selva amazónica), se está transformando la selva en terrenos cultivables, y cada día son deforestadas por esta razón decenas de miles de hectáreas en todo el mundo. Al mismo tempo, los rebaños causan una gran degradación de la tierra, y cerca del 20% de los terrenos de pasto son ya inutilizables por la compactación y erosión de la tierra que origina el pastoreo excesivo e intensivo. La situación es aún peor en las terrenos más secos, donde inapropiadas políticas y un mal manejo del ganado contribuye a acentuar el problema de la desertificación.

Otra amenaza oculta de la ganadería es que contribuye a la polución del agua con sus deshechos (estiércol y orines), los cuales vienen además acompañados por los antibióticos y las hormonas con que la ganadería industrial trata al ganado (lo cual es todo un problema en sí mismo). También son una fuente de contaminación los químicos que se utilizan para el teñido y curtido de los cueros, y los fertilizantes y pesticidas usados para pulverizar los campos con los que se alimenta el ganado.

La biodiversidad también se ve alterada por la presencia de ganado en amplias extensiones del planeta y su demanda de alimento: 15 de los 24 ecosistemas más importantes están seriamente dañados, y es evidente que la ganadería es la principal responsable.

Un problema ético.
Está claro que la producción de carne no sólo constituye un problema medioambiental, sino también ético, y esto sin siquiera entrar en el debate sobre el maltrato animal que esta industria ganadera lleva a cabo. La cuestión es: ¿vale la pena destruir parte del planeta para poder comer un trozo de carne o beber un vaso de leche, cuando existen formas alternativas para alimentarse? Es necesario racionalizar un consumo de carne que en la actualidad ronda los 90 kg por persona y año en los países ricos, cantidad que excede ampliamente la necesidad de proteinas considerada como óptima.

Así que lo razonable sería una reducción de la presencia de carne en muestra dieta diaria, y cuando la comamos mejor si nos aseguramos de que la carne sea de producción local, alternando además las especies que consumamos.

La alternativa vegetariana.
Entiendo que no todo el mundo esté dispuesto a dejar de consumir carne, pero si de verdad te gusta comer apreciarás probar otros platos y una mayor variedad en tu dieta. Y comer menos carne te ayudará a descubrir esa inmensa variedad de platos e ingredientes que aún no has tenido orpotunidad de degustar.

Existen muchos restaurantes especializados en cocina vegetariana, así como miles de libros con recetas, e infinidad de sitios de internet donde descubrir por tí mismo todos los sabores que te estabas perdiendo al comer carne con demasiada frecuencia. Yo mismo hace ocho años que decidí no volver a consumir carne, y sigo haciendo deporte y disfrutando de la comida como antes.

Instinto trágico.
A todos aquellos que citan el sabor de la carne como la razón principal para no dejar de comerla les haría una pregunta: ¿seguirías comiendo jamón si supieras que en realidad para elaborar lo que comes han utilizado carne humana? Seguro que no. ¡Pero si el sabor es el mismo! ¿Es entonces el sabor lo más importante a la hora de comer, o no? Así que también estamos condicionados a la hora de alimentarnos por la educación, la cultura, la moral.. ¿Hay entonces una ética por encima de tu instinto? Pues acuerdate de ella cada vez que comas, ya que es precisamente esa ética la que te hace persona y te distingue del animal, no tu instinto. Piensa en ello... y sal del rebaño.

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