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viernes, 15 de mayo de 2009

La polución antibiótica y sus riesgos

Uno de los mayores defectos que encuentro en la sociedad moderna es el cortoplacismo. Empezando por una clase política a la que sólo importa actuar en cuestiones que puedan mostrar sus frutos antes de las siguientes elecciones; pasando por un empresariado que únicamente busca el beneficio inmediato y fugaz sin preocuparse de crear y consolidar verdaderamente los proyectos; todos seguimos en mayor o menor medida un leit motiv que Queen ya nos grabó en el subconsciente (musicalmente hablando) con aquel famoso estribillo: I want it all, and I want it now

Cada primavera el árbol del cortoplacismo sigue dando sus frutos. Encontramos una nueva cosecha y el ramaje se ve hermoso, ¿por qué preocuparnos? Tristemente y donde nadie las puede ver las raíces se han ido pudriendo, y en vano será ya actuar cuando los efectos de esta degradación se dejen notar a nuestra vista.

El cambio climático es un buen ejemplo de esta degradación, además con unos efectos que no sólo amenazan a nuestro querido árbol y su cosecha, ¡pues es la primavera misma la que está en riesgo! Científicos y ecologistas sacamos a la palestra un tema que, probablemente gracias al morbo que en el ser humano despiertan las catástrofes, ha contado con una repercusión mediática sin precedentes, y gracias a ello el mundo parece que empieza a tomar conciencia y moverse en la buena dirección.

En cambio otros temas que suponen un importante riesgo a medio plazo no han gozado de la misma difusión en los medios. Por ejemplo, la presencia cada vez más importante de antibióticos en el medio y en los productos de consumo, que no hace sino poner en evidencia el mal uso y abuso que de ellos estamos haciendo tanto los ciudadanos como nuestra industria ganadera, en parte por desconocimiento, en parte por avaricia y falta de ética. Dentro de unos años y si todo sigue como hasta ahora, ¿a quién le pediremos cuentas si los antibióticos que conocemos dejan de ser eficaces y no conseguimos descubrir otros nuevos? El riesgo es enorme, y la falta de prevención e información, desconcertante.

BACTERIAS RESISTENTES
Mientras las bacterias patógenas han adquirido más resistencias a los antibióticos en uso, ha crecido la dificultad para encontrar nuevos antibacterianos que renueven el arsenal terapéutico con el que se combaten las infecciones. La gravedad del problema, que se complica por las dificultades de diversa índole que entraña el descubrimiento de nuevos antibióticos, lleva a que muchos científicos planteen si en el próximo futuro estaremos inermes frente a las infecciones.

A mediados del siglo XX la inmensa mayoría de las infecciones causadas por bacterias se podían curar con los antibióticos recién descubiertos, como la penicilina y la estreptomicina. Paulatinamente, tanto por la extensión en el uso de estos antibióticos de primera generación como por el abuso y el mal uso de ellos, las bacterias infecciosas se hicieron resistentes a ellos y a los derivados semisintéticos, diseñados para superar las resistencias.

ANTIBIOTICOS HASTA EN LA MIEL
Un equipo de químicos de la Universidad de Almería (UAL) ha desarrollado un método que permite detectar la presencia de antibióticos en la miel, según publica la revista Journal of Agricultural and Food Chemistry. Los investigadores han confirmado que en varias de las mieles que se venden en los comercios quedan restos de los antibióticos que se emplean para tratar las enfermedades de las abejas.

“El método desarrollado permite la determinación simultánea de varias clases de residuos de antibióticos (macrólidos, tetraciclinas, quinolonas y sulfonamidas) en mieles”, explica a SINC Antonia Garrido, autora principal del estudio e investigadora responsable del Grupo de Investigación Química Analítica de Contaminantes de la UAL. Para desarrollar el método, cuyos resultados se han publicado recientemente en el Journal of Agricultural and Food Chemistry, los investigadores utilizan conjuntamente la cromatografía de líquidos de ultra eficiencia, una técnica que permite separar los componentes de la muestra, acoplada a espectrometría de masas, con la que se identifican simultáneamente hasta 17 antibióticos.

La investigadora recuerda que hoy la legislación europea establece una política de “tolerancia cero” respecto a la presencia de residuos de antibióticos en miel, por lo que métodos analíticos como el propuesto ayudan a determinar esos compuestos en los niveles más bajos posibles. La técnica desarrollada por los químicos de la UAL permite detectar concentraciones de entre 0,1 y 1 microgramos por kilo de miel, según el tipo de antibiótico.

Los investigadores han aplicado el método en el análisis de 16 muestras de miel, 11 tomadas en supermercados y 5 recogidas a diferentes apicultores particulares de Granada y Almería. Los resultados del estudio reflejan que en tres de las muestras quedaban restos de los antibióticos que se utilizan para tratar las enfermedades de las abejas. Una de las muestras comerciales contenía 8,6 microgramos de eritromicina por kilo de miel, y en otra se detectaron trazas de sarafloxacina. Este antibiótico, junto a restos de tilosina, sulfadimidina y sulfacloropiridazina, también apareció en la miel de un apicultor, al que se informó de los resultados. Garrido insiste en que las bajas concentraciones de antibióticos detectadas “no suponen un riesgo directo para el consumidor”, pero advierte de que el uso excesivo o indebido de estos productos veterinarios podría afectar a la seguridad alimentaria.

ENFERMEDADES EMERGENTES
Al mismo tiempo el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, Atlanta, Georgia) ha incluido las infecciones por microorganismos resistentes a los antibióticos dentro del grupo de enfermedades emergentes, es decir, aquellas cuya incidencia en humanos se ha incrementado dramáticamente en los últimos años y que plantean un desafío terapéutico para el futuro. Ejemplos recientes incluyen la resistencia a la vancomicina del enterococo y el Staphylococcus aureus, el neumococo resistente a la penicilina, la resistencia a múltiples antibióticos de las enterobacterias y los bacilos gramnegativos no fermentadores presentes en las unidades de cuidados críticos (Pseudomonas aeruginosa y Acinetobacter sp.), entre otros.

Es importante destacar que si bien la resistencia a los antibióticos es una consecuencia de su uso inapropiado en medicina humana, las prácticas en la industria de la agricultura y la ganadería contribuyen también a su desarrollo. En la actualidad, la producción intensiva de animales de cría involucra la administración de altas dosis de antibióticos con el fin de promover el crecimiento y evitar la infección (ganado, aves, y peces) con lo cual, se fomenta el potencial riesgo de la selección de bacterias resistentes.

Como consecuencia de la infección por un agente patógeno resistente a múltiples antibióticos, el paciente prolonga su estadía en el hospital, requiere a menudo técnicas complejas de diagnósticos y, al haber mayores posibilidades de falla terapéutica, requiere antibióticos más caros y aumenta su riesgo de muerte. Es por ello que la resistencia bacteriana a los antibióticos no debe ser considerada sólo en términos médicos sino también económicos. El incremento de los costos en salud y la precaria situación económica de muchos países en desarrollo han derivado en que se implementen programas de contención de costos que tienden a un mejor aprovechamiento de los presupuestos tanto en el ámbito público como en el privado.

¿POR QUÉ CADA VEZ SE DESCUBREN MENOS ANTIBIÓTICOS?
Cuando se empezaron a usar, en la segunda mitad del siglo XX, se consideró a los antibióticos como la bala mágica que nos libraba de las plagas y enfermedades infecciosas producidas por diversa bacterias y que, a lo largo de la Historia, habían sido el azote de la humanidad. Pero tan solo cincuenta años después de su descubrimiento se observó que los antibióticos iban siendo cada vez menos eficaces. Los primeros antibióticos se encontraron en experimentos intensivos y como fruto de afortunadas coincidencias bien aprovechadas por investigadores muy preparados como Alexander Fleming (penicilina), Selman Waksman (estreptomicina) y Giuseppe Brotzu (cefalosporina), los tres empleados en instituciones públicas de investigación. Los beneficios generados por su uso como medicamentos fueron un acicate para que la industria farmacéutica desarrollase extensos programas de ensayo para seleccionar nuevos antibióticos partiendo de muy variadas colecciones de extractos obtenidos de numerosas muestras procedentes de ambientes muy diversos. Así se podría decir que ya poco queda sobre la faz de la tierra y en las profundidades del mar que no haya sido analizado para intentar encontrar nuevas medicinas. El resultado es que es cada vez difícil encontrar nuevos antibióticos mediante coincidencias afortunadas, la inmensa mayoría, si no todos los antibióticos fáciles de encontrar ya están en uso.

¿CUÁNTO CUESTA DESCUBRIR UN ANTIBIÓTICO?
Conseguir un nuevo antibiótico, considerando poco probable que alguno pueda todavía encontrarse por casualidad, va a necesitar un esfuerzo considerable, por lo que los recursos intelectuales y económicos a invertir son cada vez mayores. En líneas generales la industria farmacéutica estima que se necesita invertir unos 900 millones de dólares (al cambio actual unos 650 millones de euros) para que un nuevo compuesto pase de ser una idea a convertirse en una medicina.

¿POR QUÉ LOS ANTIBIÓTICOS SON MALAS MEDICINAS?
Si lo examinamos desde el punto de vista de su uso y de su venta no es una pregunta, como parece a primera vista, tan sorprendente. A consecuencia de la propagación de resistencias ya existentes en la Naturaleza, los antibióticos, a diferencia de otras medicinas, comienzan a dejar de ser eficaces en el mismo momento en que comienza su uso. Pero aún peores resultan los antibióticos cuando consideramos sus características como productos de consumo. Como resultado de sus indudables virtudes terapéuticas el consumidor de antibióticos (el enfermo) solo tiene dos pronósticos: o bien se cura y deja de comprarlos, o bien se muere y obviamente también deja de usarlos. Las compañías farmacéuticas estiman que un antibiótico genera beneficios anuales cercanos a los 400 millones de euros, frente a los más de mil que se obtienen de la venta de un medicamento de consumo diario, como son por ejemplo los antihipertensivos.

¿ES EFICAZ LA BUSQUEDA DE NUEVOS ANTIBIÓTICOS?
Francamente la respuesta no puede ser por ahora positiva. Empezando por el esfuerzo empresarial, las grandes industrias farmacéuticas surgidas de las fusiones entre empresas tradicionales que se realizaron en la década que solapó los siglos XX y XXI necesitan incentivos que solo se los proporcionan los medicamentos de uso diario y no los antibióticos. En consecuencia el interés de estas grandes empresas para invertir en la investigación de nuevos antibióticos es decreciente, y ya son pocas las que la mantienen y en todo caso la prioridad que le asignan es baja. Desde el campo de la investigación básica, señaladas ya alguna de las dificultades que entraña encontrar nuevos antibacterianos, sería necesario un esfuerzo extenso y sostenido de varios programas de búsqueda de nuevas estrategias y de nuevos compuestos para bloquear a los patógenos. La realidad no es así, y esto se ve desde su visibilidad en los medios de comunicación, que prestan poca atención a las infecciones bacterianas por creerlas algo del pasado, y por ello poco noticiable, hasta en las prioridades que asignan los organismos que financian la investigación, que se mueven más por el interés de potenciar al mundo empresarial, cosa lógica ya que los gobiernos necesitan se generen nuevos beneficios que ingresen impuestos y creen puestos de trabajo. Y frente a este panorama poco halagüeño nos enfrentamos a que la probabilidad de fallecer por causa de una infección de las vías respiratorias es mayor que la de morir de cáncer de pulmón o tráquea.

La amenaza de las infecciones aún no la percibimos en toda su gravedad porque por ahora se pueden curar en muchos casos. Sin embargo para los casos que no se curan y sobre todo si en el futuro no se logra encontrar nuevos antibióticos no cabe duda de que según las resistencias se vayan extendiendo de un patógeno a otro el peligro aumentará hasta límites que no podemos predecir pero que seguramente no nos gustaría sufrir.

* Fuentes:

Miguel Vicente. Jefe del Laboratorio de Control Genético del Ciclo Celular en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC

SINC. Servicio de Información y Noticias Científicas

Revista Médicos. Dilemas en el uso de los antibióticos: consumo, costo y calidad

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