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lunes, 25 de julio de 2011

Recuperando el Valor de lo Tradicional

Un grupo de investigación de la Universidad de Castilla la Mancha logra recuperar 750 especies hortofrutícolas autóctonas.

Un grupo de profesores e investigadores de la UCLM -Escuela de Ingenieros Agrónomos de Ciudad Real-, lleva varios años trabajando en colaboración con la Consejería de Agricultura -a través del Centro Agrario 'El Chaparrillo'- para recuperar los recursos fitogenéticos de la región, esto es, las variedades tradicionales de plantas de la zona, entre otras razones como un intento de recuperar valores de calidad y variedad perdidos por los usos y abusos que la industrialización de la agricultura ha provocado en todo el mundo.

Según explica Marta María Moreno -una de las investigadoras del proyecto-, desde que comenzaran a trabajar en este línea del proyecto en 2003 ya han recuperado más de 750 variedades locales, la mayoría hortícolas, de las cuales en torno a 250 son variedades de tomate y más de 100 de pimiento y calabaza. El trabajo además parece que está siendo muy bien acogido por los agricultores ya que, según Moreno, constantemente llegan consultas y peticiones de semillas por parte de los agricultores que se muestran interesados por conocer y recuperar las variedades que se cultivaban en su zona y tratan por tanto de encontrar las más adaptadas a las condiciones de suelo y clima de su localidad. Ya hemos comentado en Ecologismo anteriormente que eso que llamamos "tradicional" es un término que va esencialmente unido a los valores de "racionalidad", "adaptabilidad", "seguridad", y tantos otros. No en vano lo "tradicional" ha llegado hasta nosotros tras ser modelado y mejorado generación tras generación: así ocurre con la arquitectura, la gastronomía, el vestir, y por supuesto la agricultura.

Así que el interés que ha generado este proyecto que busca recuperar el valor de lo "tradicional" es aún mayor entre los agricultores ecológicos, ya que la rusticidad y el grado de adaptación al entorno de estas variedades las hace especialmente idóneas para estos sistemas productivos que destacan por ser más sostenibles y respetuosos con el medio.

ENTRE EL 80 Y EL 95% DE LAS VARIEDADAS TRADICIONALES YA SE HAN PERDIDO
A pesar de que se ha conseguido recuperar un gran número de variedades autóctonas, son muchas las que ya se han perdido porque, aunque es muy difícil dar una cifra tanto de las especies como de las variedades que se han perdido a lo largo de la historia, Marta Moreno ha señalado que "lo que sí se sabe es que los actuales modelos agrícolas, basados en conseguir grandes aumentos de producción, han ocasionado una enorme reducción del número de especies y variedades cultivadas".

En este sentido ha indicado que en la actualidad se estima que entre el 80 y el 95 por ciento de las variedades de los cultivos más importantes a principios del siglo XX se ha perdido para siempre, siendo entre los años 60 y 80 cuando se produjo la mayor pérdida, como consecuencia de que se propició una generalizada intensificación de los sistemas agrarios con objeto de producir lo máximo posible prestando menor atención a la calidad y diversidad de la producción.

¿AGRICULTOR CONSERVADOR?
Por lo que se refiere a los planes de futuro de este grupo de investigación, Marta Moreno ha avanzado que "sería ideal que las administraciones públicas se implicaran más en estos temas, facilitando la posibilidad y los medios para que cualquier agricultor pudiera tener acceso a estas semillas".

Pero, además, también ha mostrado su propósito de proponer la creación de la figura del "agricultor conservador", tal y como ya existe en algunos países europeos, cuya misión sería cultivar y custodiar determinadas variedades de su zona.

En cuanto a su trabajo, ha señalado que la siguiente fase consistiría en intentar evitar las posibles duplicidades que pudieran existir entre todo el material del que actualmente disponen, para lo cual es necesario utilizar otras técnicas más complejas.

LECCIONES APRENDIDAS
Buscando más información sobre proyectos de recuperación de semillas locales he encontrado un documento muy interesante escrito por Hans Peter Wiederkehr: Recuperando las Semillas Locales - Diez "Lecciones Aprendidas" en la página colombiana del Grupo Semillas. En el documento se exponen varias claves de la pérdida de biodiversidad en la agricultura en las últimas décadas, también a causa de la pérdida de las tierras y el desplazamiento de de los agricultores locales, los proyectos para la recuperación de las variedades de cultivo tradicionales, la independencia de los pequeños agricultores, y las consecuencias beneficiosas para el territorio de todo ello.

(*) Fuente de la noticia y parte de la redacción: Europa Press

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jueves, 11 de diciembre de 2008

La decadencia de la biodiversidad en la agricultura

De los 10.000 cultivos que alimentaban a la humanidad, hoy sólo perduran 150, según la FAO

La intensificación de la agricultura y la ganadería está provocando una pérdida de patrimonio genético. Una gran variedad de cultivos y animales de granja, base de nuestra alimentación, está mermando en los últimos años. Varias iniciativas se esfuerzan en preservar estos sabores casi olvidados de todo el planeta, productos en peligro de extinción pero todavía vivos y con un potencial real de producción y mercado.

La alubia negra de Tolosa, el azafrán de Jiloca y la aceituna aloreña se encuentran en una situación delicada. Informes de la FAO señalan que la sociedad ha utilizado cerca de 10.000 especies vegetales distintas para producir alimentos y piensos desde hace 10.000 años. Sin embargo, hoy en día, sólo 150 cultivos alimentan a la mayoría de la población del planeta, de los cuales 12 cultivos proporcionan el 80% de la energía alimentaria, y cuatro (trigo, arroz, maíz y patata) representan el 60% de esta energía.

En cuanto a las razas de animales de granja, la situación no es mucho mejor: la FAO posee un registro de unas 7.600 razas de las cuales un 20% están catalogadas en peligro de extinción y 190 han desaparecido en los últimos 15 años.

No sólo estas razas y cultivos se encuentran en una situación delicada, sino también la cultura gastronómica asociada a los mismos. La consecuencia podría ser una pérdida irreversible de nuestras posibilidades de cultivar plantas adaptadas al cambio climático, a nuevas enfermedades y a las necesidades de una población en crecimiento. Para impedir que desaparezcan por completo existen diferentes iniciativas de conservación tanto in-situ (cultivos en campo) como ex-situ (cultivos de laboratorio y bancos de germoplasma).

En España, el Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CRF-INIA) cuenta con un banco de más de 70.000 variedades de cultivos. Mayor es el número de variedades que se preservan fuera de nuestras fronteras en la Bóveda Global de Semillas de Svalbard. Esta instalación "contra todo riesgo", cavada en la profundidad de la roca congelada de una montaña Ártica, asegurará por siglos cientos de millones de semillas que representan cada una de las variedades de cultivo importantes disponibles hoy en el mundo. En total, más de 4,5 millones de muestras se conservarán en esta remota isla del Círculo Polar Ártico (ver álbum).

Aunque la conservación ex-situ juega un papel determinante en el mantenimiento de muchas variedades, en particular aquellas que ya han desaparecido del campo, debe ser complementada con proyectos in-situ. Esta modalidad implica en general mayores inversiones económicas, pues conlleva la protección de ecosistemas y hábitats donde las plantas de interés han desarrollado sus características distintivas. Además, esta protección se consigue a través de medidas legislativas e incentivos.

La organización "Red de Semillas: resembrando e intercambiando" trata de salvaguardar la cultura gastronómica asociada a las variedades de cultivos locales a través de acciones locales en toda España: promueve el intercambio de semillas entre agricultores, promociona estos alimentos entre los consumidores, selecciona de forma participativa las variedades y denuncia la pérdida de biodiversidad y el control de semillas en manos de unas pocas multinacionales.

Para defender la biodiversidad alimentaria y las tradiciones gastronómicas de todo el mundo, se constituyó en los años 80 la organización 'Slow food', que con su proyecto el "Arca del gusto" cataloga, señala y describe sabores de todo el planeta apoyando a diferentes entidades para evitar que caigan en el olvido sin pasar por nuestro paladar.

De los 750 productos que promocionan, 48 son españoles, seleccionados por su excelencia gastronómica, el vínculo con el territorio, el hecho de estar en peligro de extinción o de ser un "sabor olvidado". Entre ellos están la patata gorbea de Álava, la zanahoria morá de Cádiz, la aceituna aloreña del valle del Duadalhorce de Málaga, el azafrán de Jiloca de Teruel, la "papa copo de nieve" de Sierra Nevada o la alubia de Tolosa cultivada por más de 70 productores y que ostenta la certificación de calidad Eusko Label (ver pdf). Pequeños placeres que merecen la pena salvar de la extinción.

* Fuente: artículo de VANESSA SÁNCHEZ para SOITU.ES

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sábado, 12 de enero de 2008

Somos lo que sembramos

Me ha parecido muy interesante este artículo de Gustavo Duch Guillot, director de Veterinarios Sin Fronteras, publicado en el diario El País.

Somos lo que sembramos

En tiempos pasados, Hipócrates decía "somos lo que comemos". Ahora, a partir de un colectivo de campesinos de Lleida, la Assemblea Pagesa, se pone en marcha una plataforma de la sociedad civil que reivindica "som lo que sembrem". Porque en la elección de una semilla, en el acto de arar la tierra, sembrarla y hacerla crecer, estamos, en realidad, definiendo qué modelo de agricultura, de medio rural y de alimentación queremos para nosotros y para las futuras generaciones.


El modelo impuesto en la actualidad ya sabemos qué nos ofrece: alimentos estandarizados y a bajo precio, a costa de un medio rural despoblado. Se incrementan anualmente las hectáreas dedicadas al cultivo uniforme de maíz transgénico, y las granjas de animales son baterías de animales repetidos que hacemos engordar en pocos días sin que tengan la posibilidad, tan siquiera, de ver la luz del sol. Junto a ellas, los campos y ríos se contaminan con sus residuos. Ciertamente, se consiguen altas producciones pero la especialización nos obliga a depender de la importación de muchos otros alimentos que ya hemos olvidado cultivar, y tienen que llegar de muy lejos, como la fruta que viaja desde Chile. Finalmente, como estamos observando estos días, nuestra ganadería es totalmente dependiente de los cereales y si aumenta su demanda mundial como ahora por el tirón asiático y los agrocombustibles, los precios de algunos alimentos se disparan.

Cataluña, y prácticamente todos los territorios del planeta, tiene la posibilidad de plantearse un modelo de alimentación que descanse en modelos agroecológicos. Potenciando una agricultura y ganadería de pequeña escala integrada en el ecosistema, se facilitaría además la recuperación del sector basado en pequeños agricultores vital para el equilibrio territorial y llenar de vida los rincones del país. Si reducimos las importaciones de alimentos de países en desarrollo, conseguiremos que éstos liberen tierras para poder producir sus cultivos, y reactivar también en ellos el sector rural, en países donde el porcentaje de personas que se dedican al campo es muy significativo. Como consumidores los alimentos que degustaremos serán tal vez menos exóticos, pero más saludables.

Som lo que sembrem es consciente de la importancia de avanzar en estos modelos, y de los frentes que hay que combatir. El primero de ellos, y paradigmático desde hace ya unos años, es la invasión de las semillas transgénicas. Para estos campesinos las semillas no son una mercancía, son la primera herramienta de trabajo después de la tierra y existen dos opciones. Entrar en la dinámica de las semillas clonadas o utilizar en la siembra parte de las semillas producidas en el año anterior, intercambiar semillas con otros agricultores y ser responsables directos de la selección de las semillas, siembra tras siembra, renovando permanentemente la biodiversidad de los cultivos. Con ello, se aumenta la diversidad dentro de cada variedad de cultivo, lo cual es indispensable para su adaptación a los diferentes tipos de terrenos o a los cambios del clima.

Som lo que sembrem, desde su página web (www.somloquesembrem.org), quiere facilitar a la población catalana la posibilidad de declarar Cataluña zona libre de transgénicos, como ya han hecho otros territorios europeos. Para ello, ponen en marcha lo que se conoce como iniciativa legislativa popular, una herramienta de participación política ciudadana que permite que se puedan proponer leyes en el Parlamento a partir de la recogida de 50.000 firmas. Se añaden tres puntos más: la prohibición inmediata de los cultivos de maíz transgénico MON810, de la multinacional Monsanto, que, según Greenpeace, la toxina insecticida que produce, está en concentraciones muy impredecibles; el etiquetado claro de los alimentos que en su proceso de producción utilizan transgénicos, como los productos de origen animal de los que desconocemos con qué han sido alimentados, y, por último, una moratoria al desarrollo e investigación de los transgénicos en Cataluña. He leído la página web con atención, y ahora sólo faltan 49.999 firmas.


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lunes, 31 de diciembre de 2007

Biodiversidad de Emergencia

Al parecer Noruega prepara un refugio donde se guardarán muestras de semillas de todas las especies comestibles, como precaución ante una posible catástrofe a nivel global. La noticia aparece hoy en el diario El Mundo:

En el siglo XIX, se catalogaron 7.100 variedades de manzana en Estados Unidos. Hoy, han desaparecido 6.800 de éllas. China contaba, a mediados del siglo pasado, con 8.000 tipos de arroz. En sólo dos décadas, se perdieron todos excepto 50. Una extinción es siempre, como mínimo, una irreparable pérdida para la curiosidad humana: nunca volveremos a ver nada igual. Pero, cuando desaparecen cultivos, las consecuencias pueden ser nefastas.

Una guerra nuclear, una plaga, un desastre natural o cualquier otra catástrofe podría arrasar las plantaciones que nos alimentan y provocar terribles hambrunas. Si llega ese momento, necesitaremos muestras de reserva que hayan quedado a buen recaudo, de las que tendríamos que echar mano para reanudar las actividades agrícolas. El Gobierno de Noruega parece haber hallado, entre sus desoladas tierras del Ártico, el refugio ideal contra todo ataque: el interior de una montaña en una isla junto al Polo Norte.

El refugio, llamado Cámara Global de Semillas de Svalbard y situado junto a la localidad de Longyearbyen, ha sido ya bautizado por la prensa como Arca de Noé o cripta del día del juicio, porque a ella acudiremos si las cosas se ponen feas. Noruega ha gastado cinco millones de dólares en construir la instalación, que guardará las muestras a 18ºC bajo cero.

El permafrost (suelo permanentemente helado) que cubre el archipiélago de Svalbard, a escasos 1.000 kilómetros del Polo Norte geográfico, se encuentra en la actualidad a unos cinco grados bajo cero, pero si las condiciones climáticas de la zona cambiaran en un futuro cercano, las semillas aún quedarían a salvo en el interior del refugio.

"Hemos realizado un montón de simulaciones informáticas para determinar el enfoque óptimo y hemos encontrado una forma muy efectiva, y especialmente eficiente desde el punto de vista energético, de establecer unas condiciones de frío fiables dentro de la cámara", asegura Magnus Bredeli Tveiten, responsable del proyecto desde el Departamento de Obras Públicas de Noruega. "Creemos que el diseño de la instalación asegurará que las semillas permanezcan bien preservadas incluso si fuerzas como el cambio climático elevan las temperaturas afuera", añade Tveiten.

Los científicos que participan en el proyecto, encabezados por el biólogo Cary Fowler, también se muestran de acuerdo en que los vaivenes del clima representan más grave amenaza, de entre las muchas imaginables, para las semillas del mundo.

"El cambio climático es un desafío que no tiene precedentes hitóricos. Los bancos de semillas contienen el recurso absolutamente esencial para permitir que los cultivos y la agricultura se adapten al cambio climático. Sin diversidad de cultivos, ni los cultivos ni tampoco la gente se adaptarán con éxito al cambio climático", indica Fowler, catedrático de la Universidad de Ciencias de la Vida de Noruega y director ejecutivo de Global Crop Diversity Trust, la entidad que gestiona la colección de Svalbard.

En la actualidad, existen unos 1.400 bancos de semillas desperdigados por el mundo, y la función del noruego será el de aglutinar las muestras contenidas en todos ellos. En el momento de su inauguración, que está prevista para el mes que viene, el banco contará con 250.000 muestras distintas de semillas, pero esta cifra pronto crecerá. La capacidad máxima del refugio es de cuatro millones y medio de semillas.

"Los cultivadores e investigadores irán primero a otros bancos de semillas para obtener los recursos que necesitan. Si aquellos bancos pierden los recursos que están duplicados en Svalbard, entonces podrán obtener una copia de repuesto de Svalbard para reemplazar a las variedades que han muerto o han sido destruidas", explica Fowler.

Más de 100 países apoyan el Tratado Internacional sobre Recursos Fitogenéticos, impulsado por la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de Naciones Unidas y que da cobertura legal al refugio de Svalbard. Varias instituciones privadas han donado dinero para el pruyecto, empezando por la Fundación Bill Gates, con 30 millones de dólares.

Todo cultivo, por minoritario e insignificante que parezca, encontrará cobijo en Svalbard. De hecho, es fundamental que haya muestras de reserva de las semillas más raras, que se encuentran sólo en pequeñas colecciones y, por tanto, son más vulnerables a tragedias ambientales o conflictos humanos.

En el último siglo, nuestra especie ha reducido en un 75% las variedades agrícolas que cultiva. Esta pérdida de biodiversidad significa que tendremos mucho menos material genético al que acudir para reestablecler la agricultura en caso de una catástrofe. A partir de ahora, Svalbard guardará en el corazón del hielo toda la pluralidad de semillas que se está perdiendo en los campos.

Las distintas especies de cultivos se han adaptado a distintas condiciones. Un tipo de trigo puede dar poco grano, por ejemplo, pero resistir bien el frío o la sequía. Los agricultores han seleccionado y perfeccionado las variedades más ventajosas, lo que significa que cada vez se puede alimentar a un mayor número de personas pero también hay mucha menos diversidad genética. Los bancos de semillas son el último refugio de esta irremplazable riqueza.

Desde mediados de noviembre, coincidiendo con el inicio de los cuatro meses de noche polar en Svalbard, los ingenieros trabajan en la fase de refrigeración de las cámaras. El objetivo que se ha marcado el Gobierno noruego es poder inaugurar oficialmente el banco de semillas el próximo día 26 de febrero. La fase de enfriamiento, fundamental para que las instalaciones puedan conservar intactas las semillas durante cientos o miles de años, se prolongará durante dos meses.

* Noticia publicada en el Diario El Mundo el 31 de diciembre de 2007 por Ángel Díaz / Fotografía de Mari Tefre.

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